domingo, julio 15

El susurro que hace las hojas de los árboles, es el silencio que más me gusta.


Sentarse a la sombra de un árbol, escuchar el sutil sonido de sus hojas y sentir contra el rostro la entrecortada luz que pasa a través de sus ramas, ello era algo que sin saberlo, disfrutaba..., hoy que mi vida es otra, me vengo a dar cuenta de lo valiosos, mágicos y placenteros que son esos momentos....

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Me he convertido en un nómada, pues casi todos los fines de semana estoy viajando de Bogotá (mi ciudad) a Boyacá (mi pueblito), llevando conmigo libros y la ropa sucia para que me la laven... (A veces los libros solo van de paseo porque ni los toco y lo admito, lavar y planchar aunque lo sé hacer, lo hago mal y poco lo disfruto)...



Hay mucho trabajo en las fincas de por acá y pagan bien,..., los últimos fines de semana, hemos estado injertando árboles de ciruelo, esa es una labor hermosa, le contaré someramente de que se trata: Cuando los árboles de durazno tienen cierta edad, se podan sus brotes para que toda la fuerza del árbol esté en injerto, se hace un corte en el tronco del durazno casi de cirugía, con una navaja mojada con saliva de quien hace dicha incisión y se une con una ramita de ciruelo previamente seleccionada, se cuida que la fusión entre el tallo y la púa, logre cicatrizar y forme callo, se sella con una mezcla de cera de abejas, manteca de res y vaselina, y se cubre luego “muy bien” con una bolsa para que la humedad y los insectos no afecten..., y qué hago yo en este proceso?, no mucho realmente... Le explicaré.
Durante los meses que viví en el campo, trabajaba en lo que fuera, y junto con unos primos y amigos de por acá (campesinos casi todos) a quienes les salía pequeños contratos, me llevaban para que aprendiera, como ahora estoy en Bogotá me he alejado de esas labores, sin embargo, cada vez que puedo me convidan a pasar las tardes de los sábados trabajando con ellos..., yo soy el que amarro la bolsa al final... aunque uno se quema por el sol, suda, se le encalambran las piernas por estar acurrucado, los brazos duelen de alzar todo el día las canastillas con púas y la espalda al final del día pide un masaje, todo ello es un esfuerzo que uno aprende a valorar... Casi siempre con los muchachos, al final de las jornadas buscamos en una finca el recoveco que nos gusta, nos sentamos en la tierra polvorosa a la sombra de los árboles, bebemos nuestra dosis de ron, después de hablar y hablar todo el día, en ese momento solo callamos (por el cansancio), el cuerpo palpita y huele fuerte, nos quedamos en quietud..., en ese momento, en el que el cuerpo está relajado por el agotamiento, es más “vívido” el susurro que hace el viento al mover las hojas de los árboles y la luz de un sol de atardecer, que en destellos invaden la sombra; ese momento de placidez varias veces pasó inadvertido para mi, y hoy sentado frente a esta gris pantalla y embriago en la nostalgia, lo extraño, quise evocar en este blog, ese instante tan placentero.


Extrañar sirve para darse cuenta de las cosas que nos hacen felices...

Nota: Este es un Sauce llorón, está en peligro de extinción en esta región, cuando sus hojas se mueven pareciera que fuera el sonido de un riachuelo....


Algunas fotos son propias otras de http://flickr.com/photos/repepo/




 

posted by rafico @ 7:08 p. m. Comentarios: 4


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