Usted, ha visto sacrificar un animal?, ha ayudado a sacrificar un animal?, ha desmembrado un animal?
Pues a mi me toco esa desgracia y me tiene impactado..., el relato es largo, trataré ser breve...
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Había llegado de Bogotá y me encontré en la tienda con la señora que le hace el aseo a mi tía, Doña Claudia, como íbamos para el mismo lado, nos fuimos juntos... Por el camino ella vio, cómo se caía Don Eccehomo, un anciano que vive solo y quien es muy apreciado por mi familia y en el pueblo... Saltando cercas y por entre cultivos ajenos, corrimos a auxiliar al abuelito.
Don Eccehomo se había caído, intentando rescatar un chivo de él que se estaba ahorcando con el lazo, pero llegó tarde y el animal ya estaba desahuciado.
Don Eccehomo en su esfuerzo se tronchó la mano y con nuestra presencia, nos pidió encarecidamente que le ayudáramos a despiezar el chivo, con la excusa de que ya no era tan fuerte como para hacerlo solo y que la carne de éste se podía echar a perder.
Jamás en mi vida me había enfrentado a ello (aún me sobrecoge el recordarlo).
Me llené de excusas, le dije que me permitiera llamar a un tío experto en esas faenas, que yo era un vil citadino que juega a ser campesino, en fin… Pero él, en un tono regañadiente me reprochó:
- “cómo un muchachón sano como usted, no va a ser capaz de despresar un simple animal…”-
Me sentí comprometido por honor, además en ese momento doña Claudia me dijo: “tranquilo que yo le ayudo”, e ingenuo me lo creí.
De inmediato Don Eccehomo me dijo: “Bueno muchacho, échele el cuello pa’ atrás, cójale fuerte las patas, mientras yo le corto la yugular”.
Y así fue.
Con un lazo maneamos al chivo por las patas, apoyé mi rodilla fuertemente en la cabeza del animal, con una mano tenia sus extremidades y con la otra un tazón para recoger la sangre... el animalito aún estaba vivo y en su instinto pataleaba con fuerza, gemía muy suave de la agonía, sudaba y babea mi pantalón..., Don Eccehomo cercenó el cuello del animal, la sangre se desperdigó a borbotones por el pasto, la fuerza de mis brazos no era suficiente, me tocó recostarme sobre el chivo, yo también sudaba pero del terror que sentía, quería cerrar los ojos pero no podía de solo pensar que Don Eccehomo me cortara con el cuchillo... Mientras, doña Claudia paradota como una estatua, tapándose la boca con las manos y diciendo: “Pobre animal, pobre animal...”, entre mi decía “valiente ayuda”...; el chivo olía a diablo y expelía pedos tan sonoros, que don Eccehomo reía diciendo: “Este cagón, este cagón…”.
Pasaba el tiempo y el chivito no moría, para colmo, de la fuerza que hice creo le fracture las muñecas al animalito… palpitaba todo su cuerpo y a la par, con ese mismo pulsar sentía en mis güevas el dolor de ese animal. El lugar parecía una masacre... Sentí rabia por estar en lugar y momento equivocado.
Pero ahí no paró la cosa, con las instrucciones de Don Eccehomo me tocó encaramarme a un árbol y amarrar a éste, las patas fracturas del chivo, hecho esto nos dispusimos a abrirlo, mientras, Doña Claudia permanecía ahí, paradota en mismo lugar, como a tres metros… y me decía a mi mismo “valiente ayuda, si alguna vez vuelvo a hacer esto, a la última persona que le pediría ayuda sería a ella”.
Don Eccehomo hizo los cortes maestros y yo con todas mis fuerzas jalé el cuero hacia abajo cuidando de no desgarrar una telita blanca y delgadita que le envolvía las entrañas… olía a caca ese animal y le emanaba vapor sus entrañas... en esas doña Claudia le dice a don Eccehomo:”haaayy, se le salio una tripa al chivo”, y don Eccehomo le contesta: “No mija… esa es la verga del chivo”, y entre mi decía “si, como no?, haciéndose la ignorante la boba”.
El trabajo siguió, primero buscando y sacando la hiel y el páncreas, luego recogiendo todas las entrañas del animal, espantando de paso a los perros que se embadurnaron el hocico de sangre lamiendo el césped y a las moscas que jugaban entre las vísceras del animal y mis labios..., luego lavamos los intestinos, porque sepa lector que hasta eso se lo comen... así sacábamos cada entraña y don Eccehomo las limpiaba con limón, mientras, doña Claudia solo miraba y hablaba sobre su ligadura de trompas y los percances con su marido, de mi parte solo había mutismo y pensaba que no había persona más inoportuna para hablar de su vida sexual con apenas conocidos.
Fueron cuatro horas interminables las que gastamos… Me despedí tan pronto pude, medio me lave los brazos, Doña Claudia se quedo ayudando a lavar las piezas de carne.., Don eccehomo me obsequio un pernil del animal, que por cierto me olía a caca y del cual no he comido nada, porque aún siento ese olor (se lo regalé a mi tía) ah… también me obsequio la cabeza, pero no la acepté, que martirio tener que recordar el rostro de ese animal…
El impacto, la fuerza física, el ayudar a matar a un animal grande, la adrenalina del momento, todo ello me hace sentir rabia conmigo, por no haber sido capaz de decir no, o mejor, es como si hubiera situaciones a las que estamos predestinados a vivir.
En esa mezcla de ideas escribo esto esperando que el relato exorcice lo que me ahoga.
posted by rafico @ 10:23 a. m. Comentarios: 3