….Quiero hablarle de mi relación con mi abuela…

Hace un tiempo, un golpe en la cabeza me provocó una fuerte amnesia, y durante ésta, permanecí ausente del mundo; el no recordar, me sumió en un aislamiento que se manifestaba en deambular cual errante, durante esa época el peso del hogar recayó en mi madre, y de paso, mi condición se volvió difícil de lidiar en la ciudad, por ello me trasladaron a vivir al campo, allí, mi abuela fue la única que confió en mi recuperación, cuando ella podía, me daba responsabilidades, y así poco a poco empecé a crear rutinas, me ocupaba de que hubiera leña seca, le arreglaba sus cercos, destapaba de la hojarasca los canales, templaba cuerdas, trabajé junto con jornaleros en la siembra, poda y recolección en las fincas…., entre otras cosas. Esa época me permitió conocer personas desde otra perspectiva, aunque sufrí maltratos por mi condición vulnerable, lo bueno que fue que mi reflexión empezó a ser purgada y matizada, y empecé, a re-reconocerme.

Mientras estuve en mi convalecencia, mi abuela siempre me trato con dignidad, creo que fue la única que me daba un puesto de “señor” a un pávido como lo era yo, en la medida que iba creando mi nueva cotidianidad, iba recuperando también mi talante de “persona”, así, pasé de ser un jovencito de play station, sandalias y rumba, a un esmerado campesino de ruana, sombrero y botas (y lo digo con orgullo).

Muchas cosas he aprendido de la singularidad que me tocó vivir….

No niego que al evocar esto me da tristeza, pero a la vez agradezco a la vida, el cambio que viví.

Sabe, aunque mi rutina aquí en el campo es un poco esforzada para conectarme a la Internet, la disfruto más.

Suena Yuri Buenaventura.