Ella tan pronto se enteró de mi amnesia, me contacto y nos pusimos cita en una biblioteca, hacia ochos años que no nos veíamos.
Llegué a la hora acordada y divagué un rato por entre los estantes, matando el tiempo antes de que ella llegará, pero había en la biblioteca un barullo etéreo que incomodaba, y que era poco común en el ambiente sacro que debe haber en dicho lugar, sin embargo, no le di trascendencia y continúe hojeando entre los estantes; de pronto me pregunté, porqué habría dado por sentado que sería ella la que me reconocería? Y qué si es ella la que está esperando a que yo la reconozca?, sentí angustia de perder la oportunidad de verla, decidí entonces hacerme en la mesa más cercana a la entrada y escribí grande su nombre para que pudiera leerlo y así podernos reconocer.
Debo reconocer que fueron vergonzosos esos instantes, pues hacía contacto visual con cuanta mujer entraba o salía, el tiempo pasaba, seguía el incomodo ruido y nada que llegaba ella.
Me vino luego un presentimiento, me levanté y caminé para rastrear la fuente del dichoso ruido… Pues si señores, el metálico chillido, era de mi amiga, quien en su hermoso abrigo, llevaba unas llaves que sacudía cual cencerro, y como si fuera una pastora llamaba en susurros mi nombre, me dio compasión verla por toda la sala de lectura, de mesa en mesa, agitando su llavero y ver cómo los lectores la miraban a regañadientes… Me acerqué le toque el hombro y un abrazo automático surgió.
posted by rafico @ 4:25 p. m. Comentarios: 7